Niña de viento y tierra, es el primer libro de poemas de Vanina Santoro y se publicó recientemente, en plena pandemia, por Ediciones en Danza. ¿Qué tallamos en la palabra?, quizás “Estar atenta a lo minúsculo y lo remoto / a lo que viene de lo profundo / cubrirse de miles de burbujas”, tal como dicta el poema 17 en esta selección.
De Yvytu- Viento.
13.
El día que pronuncié las palabras
me brotaron dos llagas en la lengua
para recordarme
que no hay olvido
sin dolor.
17.
Estar atenta a lo minúsculo y lo remoto
a lo que viene de lo profundo
cubrirse de miles de burbujas
camuflarse
sobrevivir.
Ser un insecto bajo el rocío.
De Yvy- Tierra.
1.
Mi vieja abrió el piso de cemento
del patio alargado del conurbano.
Cavó un hueco profundo
removió la tierra estacionada
y plantó.
Dos años esperó paciente
a que creciera el limonero.
Dos años de plagas malasangre,
hormigas enemigas a muerte
y demasiadas expectativas.
Que no salen, ni uno sale
que ahora no se maduran
que el limonero traspasó
para la casa del vecino
parte de su crecimiento.
Un día de verano el primero de los limones
rebosó de amarillo.
Mi vieja que había cavado
un hueco en el patio de cemento
lo cosechó.
Ahora reposa el primer limón
en una canasta de aopoí.
Trofeo
centro de mesa
envidia del visitante
que observa la obstinación de mi vieja
y un limonero que sobresale airoso
y desafiante
del patio de la casa baja
con techo a dos aguas
de chapa.
12.
Soy una nena
frente a su abuela María
mis manos sostienen
la lana en infinitas vueltas rojas.
Con la madeja
si levanto un poco los brazos
se hace un rectángulo
por donde puedo mirar
otro mundo.
28.
El pequeño mono tití
colgado de las alturas
observa a su madre acostada
en la tierra rojiza
decide bajar de a saltitos
desciende por el tronco rugoso
y cae hacia la nada.
La nada lo sostiene en el silencio
y lo observa
estable en sus brazos.
El Mamboretá, testigo de todo,
se pregunta:
¿la selva es eso que pasa
cuando se cae a la nada?
Mi selva, responde,
es eso que ocurre
entre el vuelo imperceptible de la panambí
y los brazos de mi madre.
29.
En la casa de ZeballosCué
con un caminito de ladrillos gastados
con ranas que a la tarde jugaban a la rayuela
lo vi por primera vez.
Desde el patio techado y al final del camino
un perro blanco me miraba.
En la hamaca multicolor colgada de dos árboles de mango
un perro blanco me miraba.
En la tierra embarrada por el aburrimiento de niña porteña
un perro blanco me miraba.
Mi abuela Irene me contó que solo los niños lo podíamos ver.
Volví contenta a hamacarme en la sombra tibia del mango
transpiré alegría de secreto exclusivo
y ansié más que nada en el mundo
el cocido quemado marca Mickey de mi abuela.
Mi abuela sosteniendo la jarrita enlozada.
Las manos ajadas de mi abuela agarrando, sin repasador,
el metal caliente.
Cómo me gustaría estar ahora en la hamaca multicolor de mango maduro
Cómo me gustaría la rosquita deshecha en el cocido.
Cómo me gustaría que un perro blanco me mirara.
Vanina Santoro (Caseros, 1984) Profesora de Enseñanza Media y Superior en Ciencias de la Comunicación Social (UBA), diplomada en estudios avanzados en Literatura infantil y juvenil (UNSAM), capacitadora docente y mediadora de lectura. Dicté talleres de literatura, de arte y de comic para niñes y adolescentes. Co-fundadora de Ñandutí, hilo de palabras. Niña de viento y tierra es mi primer poemario.
Sección coordinada por Melisa Papillo.
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