Natural
Suave rumor de maleza:
hacé de mí el campo.
Necesito traducirme
por el silbido que pasa entre tu pecho y la hoja;
que me conozcas, por fin, natural.
Alguna magia
es la sombra que recorta
lo dado por sentado.
La dibujo.
Quiero pintar lo que digo,
sellarlo para siempre con un aliento dirigido al aire,
luego entremezclar
mis alternancias con el tiempo.
Recién después,
ser yo misma.
Yo me fui hacia mi muerte,
ya preparándome para separarme de mi ego.
Ego, mi ego mío,
desapegarme.
Recuerdo bien
el pasillo azul.
Un pasillo siempre tiene una sola dirección.
Recuerdo que había un pasillo.
Él y lo espeluznante
hacen de mí
una nueva forma
de contemplar las cosas por su talla.
Yo a él
le insisto en explicarme
el objetivo de conservar.
Buscaré una nueva forma de abrir al amor.
Se lo mostraré a cualquiera.
Me gusta cómo
se sujeta el pelo.
Y me gusta cómo
deja pasar las palabras por el filtro de sus manos,
que mientras habla no las dice,
porque permanece en su lugar de decir otras.
Y me gusta de sus manos,
que por ellas siempre siento un espacio
entre dedo y uña.
Y en el caso de que no lo haya notado,
siempre preferiré esto así.
Quizás sea a su sexo.
Quizás por otras cosas.
Por ejemplo, deben ser,
sólo las venas.
Tengo que
en esta sed
de sacar el cuerpo embembrado
satisfacer tan urgente desespero
para soltar el mío en libertad.
Quiero que siga jugando a los parques.
El poema siempre es extender el cuerpo,
el siempre levantar la palabra.
El mío,
cálido, vasija y hogar,
se ve afectado por los actuales climas.
Hacia los frondosos paisajes
he ido.
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